¿QUÉ NOS DA JEANETTE?

Un vagón de metro tranquilo. Gente corriente con cara de sábado, sin el mal humor ni las prisas del resto de días. Y Jeanette colgando de los agarraderos, parpadeando en los indicadores de próxima parada, sentándose en los asientos reservados.
Un pequeño amplificador. Una cinta de cassette. Un micrófono. Una larga cabellera rubia. Y una voz tímida, tibia y rústica, levemente destemplada, repitiendo aquello de “porque te vas…”
No me molesta que la gente cante en el metro. La mayoría de las veces me gusta. Siempre he tenido ganas de cantar en un vagón de metro. Todos tan callados. Ojos que se cruzan de lado a lado. Planos picados de pies. Planos generales de muchedumbre. Brazos apretados buscando dónde agarrarse. Manos que se cuelan silenciosas en carteras. Y a mí me dan ganas de cantar. A grito pelao. Romper el monótono chirriar de las vías y las caras planas que miran alrededor, impertérritas.
Los pies se me van al compás de la melodía de Jeanette, de esa nueva Jeanette rubia y alta con acento del este. Al acabar su actuación, las monedas tintinean a lo largo del vagón. Pienso: no está mal. Y es que, no sé por qué, pero a todos nos gusta Jeanette. Nos gusta sentir la melancolía de sus canciones. A veces nos dibuja una sonrisa como una mueca. A veces nos moja el rostro y el cuello. Es esa expresión de inocencia y la nostalgia de las cosas que se pierden. Nostalgia. Cuánto significado en una palabra. Me dan ganas de gritar las canciones de Jeanette como a Sonia Gómez en “Mi madre y yo”.
Un tranquillo vagone della metropolitana. Della gente comune con la faccia del Sabato, senza il cattivo umore o la fretta di altri giorni. E Jeanette appesa delle maniglie, lampeggiante sugl’indicatori di prossima fermata, seduta ai posti riservati.
Un piccolo amplificatore. Una cassetta. Un microfono. Dei lunghi capelli biondi. E una voce timida, calda e rustica, un po 'stonata, ripetendo quello di "porque te vas ..."
Non mi dispiace la gente che canta nella metropolitana. Per lo più mi piace. Ho sempre avuto voglia di cantare in un vagone della metropolitana. Tutti zitti. Occhi che si incrociano da un lato all'altro. Angoli di tiro sui piedi. Campo lungo di folla. Braccia strette cercando un posto dove tenersi. Mani che scivolano silenziose nei portafogli. Ed io ho voglia di cantare. Cintura fuori. Rompere il monotono cigolio dei binari e le faccie piatte che guardano intorno, senza scomporsi.
I miei piedi si muovono con il ritmo della melodia di Jeanette, di quella nuova Jeanette bionda e alta con l’accento dell’Est. Alla fine della sua performance, le monete tintinnanti lungo il vagone. Penso: mica male. E, non so perché, ma a tutti piace Jeanette. Ci piace sentire la malinconia delle sue canzoni. A volte disegna sul nostro viso un sorriso fatto come una smorfia. A volte ci bagna il viso ed eil collo. È quella espressione d’ innocenza e la nostalgia delle cose che si perdono. Nostalgia. Molto senso in una parola. Ho voglia di urlare le canzone di Jeanette come Sonia Gomez ha fatto in "Mi madre y yo".